Con un enfoque en el liderazgo educativo y el bienestar en las comunidades escolares, se desarrolló la cuarta sesión del Ciclo de Coloquios del Departamento de Educación de la Universidad de Santiago de Chile (USACH).
Movimiento Feminista de los últimos años. Una mirada desde la morenidad
Por Elisa Loncon Antileo
El día 8 de marzo fue proclamado por la Organización de las Naciones Unidas como el Día internacional de la Mujer, en memoria de las 146 personas muertas en el incendio de una fábrica textil en Nueva York, de las cuales 23 eran hombre y 123 mujeres, hecho ocurrido el 25 de marzo de 1911. Anteriormente, el 8 de marzo de 1857, cientos de obreras textiles ya se habían revelado contra las precarias condiciones laborales en que se encontraban en la misma ciudad de Nueva York, salieron a marchar exigiendo sus derechos. Antes y posterior a estos hechos, muchas otras mujeres anónimas murieron o fueron sacrificadas por las políticas genocidas, gran parte de esta historia no ha sido documentada, porque ella ha sido escrita por hombres y por el hombre blanco principalmente. Hoy, las demandas de derechos laborales, en contra del racismo, la discriminación, el sexismo, los femicidios, la violencia a la disidencia sexual, el derecho al aborto, entre otros, son parte de las razones por lo que las mujeres en Chile y en el mundo llaman a manifestarse, a usar las calles y marchar juntas, en una acción de unidad en la diferencia, local y global, por la igualdad de derechos y la dignidad de todas.
Es cierto que años atrás, el comercio y la costumbre patriarcal del mundo neoliberal intentó que este día se transforme en otra fecha más de consumo y de celebración emotiva para las mujeres, donde los hombres entregaban regalos, chocolates y flores; sin embargo, el “gesto varonil” hoy es hasta inapropiado, - ello demuestra que no han entendido nada de la luchas de las mujeres. La fuerza que ha venido adquiriendo el feminismo, ha permitido posicionar las demandas por los derechos contra el acoso, el femicidio “vivas nos queremos” e instalar la necesidad del cambio de la mentalidad sexista, patriarcal, explotadora y opresora presente en la sociedad.
Las voces de las mujeres chilenas se escuchan fuerte y clara más allá de la frontera, movimiento que ha venido creciendo a partir de las demandas instaladas por los estudiantes secundarios, y jóvenes universitarios, en los últimos años. La militancia feminista en el mundo nos mira con esperanza, pensando en que es posible avanzar en el respeto y reconocimiento de los derechos de las mujeres, pero también se escucha, “hay que luchar hasta que la dignidad se haga costumbre”, sin duda, más allá de Chile, hay simpatía por el proceso y el estallido social que vivimos, que se ve como un horizonte de posibilidades para construir un mundo donde quepan muchos mundos.
Desde adentro vemos con preocupación las desigualdades que nos afectan, el 54,3% de los más pobres de Chile son mujeres y si se considera el total de la población, el 9% de ellas son pobres contra el 8,2% de los hombres. La violencia contra las mujeres no cesa; hay feminicidios y brechas para alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres. En la Universidad de Santiago (USACH), la desigualdad y violencia de género se expresa en datos no muy alentadores, la encuesta aplicada por el Área de Género y Equidad del Programa de Responsabilidad Social Universitaria (2016) advierte que un 65% de las mujeres de la comunidad universitaria han experimentado alguna situación de discriminación, en específico la discriminación asociada al género fue de 39,7%, le sigue la discriminación por la apariencia física (21,6%) por citar algunos ejemplos.
Se han hecho esfuerzos para avanzar en una agenda no sexista, entre otras iniciativas, el Departamento de Educación elaboró un documento conocido como “Orientaciones pedagógica para una educación no sexista” que hoy circula por las diferentes carreras de la universidad; también en la universidad se han redactado protocolos para atender casos de discriminación y acoso sexual; sin embargo, falta mucho para cambiar la cultura sexista, patriarcal, colonial, más todavía para transformar la mentalidad pre conservadora presente en la sociedad chilena que descalifica las movilizaciones feministas por considerarla separatista y que victimizan al hombre.
Entre otros avances académicos se puede decir que hay mayor estudio e información para la comprensión del fenómeno del sexismo y el patriarcado, lo que no significa que la gente se apropie de ello para liberarse de estas práctica. Como sabemos el patriarcado esta basado en la ideología del género, define qué es ser hombre y mujer sin reconocer otras identidades, una comprensión binaria de la identidad sexual. Parafraseando a las colegas Muñoz y Lira (2020) el patriarcado es el sexismo institucionalizado, un sistema de dominación que construye lo que las mujeres deben ser y hacer.
Sin duda, el sexismo esta naturalizado, la escuela, la sociedad y las familias lo han reproducido; para terminar con ello será necesario un cambio cultural y hasta filosófico, incorporando otra noción del ser, que dignifique a la persona por su condición de persona, más allá de su sexo u orientación sexual. En esto, hay mucho que hacer en los curriculum educativos. Una buena noticia es que ayer la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados aprobó la Ley de Educación Sexual Integral, la que permitirá impartir esta enseñanza desde la primera infancia, algo necesario para educar de manera honesta y genuina sobre las diferentes identidades sexuales incluyendo la diversidad (CNN Chile.com 4.3.20)
A pesar de los avances, falta mucho todavía para alcanzar la igualdad de derechos de las mujeres y las demandas de los diferentes feminismos, incluyendo la diversidad sexual; porque también existen mujeres diferentes, con historias, memorias y culturas distintas; porque los derechos que demandan las mujeres migrantes, indígenas y de las comunidades de disidencia sexual no son los mismos. Por ello hay mujeres que apelan a la SORORIDAD, es decir la hermandad en la lucha, en la solidaridad; mientras persistan estos valores será posible un futuro distintos, de lo contrario el riesgo es que el movimiento feminista se divida, y como siempre la elite, las más privilegiadas terminen imponiendo la misma agenda patriarcal y colonial que ha impedido reconocer los derechos a las mujeres mas allá de la agenda de género.
Aunque el desafío es todavía mayor, el bienestar de las mujeres, de sus hijos y familias no será posible si el modelo económico instalado sigue explotando la madre tierra; y en esto la lucha de las mujeres indígenas y campesinas tiene mucho que aportar. Es cierto que la naturaleza, la mapu, la pacha mama, no tiene otros 500 años para resistir la explotación del hombre; los recursos naturales están agotados y la crisis ambiental la vivimos hoy. Las mujeres necesitamos bienestar para las y los nuestros, necesitamos los bienes comunes como el agua, los bosques, seguridad alimentaria, reducir la huella de carbono entre otros. El desarrollo prometido por la cultura eurocéntrica ya no llegó; mas bien nos ha dejado en la mayor crisis climática, y en un saqueo de los recursos naturales para aumentar la riqueza de unas pocas familias; por lo mismo, la lucha de las mujeres además de transformar el patriarcado, el sexismo, y conseguir la igualdad entre hombres y mujeres, tendrá que incorporar la defensa de los ríos, las montañas, los menoko (humedales), las abejas, y la madre tierra en su conjunto.
Esto último es parte de las reflexiones de crianza en el feminismo comunitario e indígena mapuche, un relato desde la morenidad, de la lucha de las mujeres por la vida y por la dignidad de todas las personas y de la Mapu Ñuke, porque en ella vivimos todes, incluyendo las piedras, los cerros, las montañas, la hormiga, los animales y otros. Sólo un feminismo centrado en la humanidad en su conjunto y el la defensa de la Madre Tierra nos permitirá las transformaciones de fondo que hoy exige el movimiento de las mujeres y demás luchadores sociales en la comunidad local y global.







