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El fracaso de la Prueba Inicia

pruebainiciaPor Jaime Retamal

Estamos llegando a fines de año y como de costumbre empieza el discurso de la mala calidad de los profesores en nuestro país. Los que rentan con el discurso de la mala formación docente se frotan las manos.

Los expertos tipo “Prueba Inicia”, tipo “Educación 2020”, tipo “Elige Educar” o tipo “Enseña Chile” salen a la palestra y tienen tribuna para disparar a la bandada. También los antiguos de la Concertación, los mismos que han llevado todo esto al despeñadero, salen, “cara de Jadue”, a decirnos lo que debe ser y lo que no debe ser. Y obviamente, los emergentes expertos “Nueva Mayoría”, con cara inquisidora y dedo índice en alto –casi como un yihadista de la educación- también nos vienen a pontificar sobre lo que es formar o no profesores: la foto de la subsecretaria de educación con sus dos adláteres “asesores-expertos” entregando los resultados de la Prueba Inicia lo dice absolutamente todo, qué decir el discurso.

Entiéndase bien lo que nos dicen, el discurso. No sólo los profesores del sistema, sino también los que están por entrar en él, es decir, los que están siendo formados por las instituciones de educación superior, todos son deficientes. ¡Todos!

Cuando miramos un poquito la realidad, la pus de cómo verdaderamente tratamos a los profesores y a los académicos formadores de profesores, es francamente mucho más potente que ese discursito inquisidor.

Me lo pregunto de verdad. Nadie dice nada de las condiciones reales y materiales con las que se forman a los futuros profesores por ejemplo, que es algo que decimos muchos al interior de las instituciones y fuera de ellas. ¿Alguien se ha puesto a pensar en las condiciones salariales y laborales, en las universidades, de las profesoras y los profesores de práctica pedagógica de los futuros docentes? ¿En esos académicos -importantísimos- que le transmiten el oficio y que corrigen y motivan el arte pedagógico a los jóvenes estudiantes? ¿Qué tal si en su mayoría fueran “profesores taxi universitarios”?

Los académicos encargados de las prácticas pedagógicas es un buen ejemplo, pero no el único. La gran mayoría de los y las académicas que hoy están formando a los futuros profesores son “profesores taxi universitarios”, que se mantienen en esas condiciones fundamentalmente por un fuerte sentido vocacional y digamos, por un fuerte sentido de país que le imprimen a su labor de educar a los futuros maestros y maestras del sistema escolar. 

No tienen oficinas ni salas ad hoc para trabajar con los estudiantes de pedagogía; son mirados en menos por las instituciones en cuanto a sus jerarquías académicas y en cuanto a sus remuneraciones; a veces son mirados en menos también por quienes somos doctores y hemos alcanzado por medio de concursos públicos plazas de jornadas completas; no tienen muchas oportunidades ni tiempos de investigar en sus especialidades; tienen que gastar altas sumas en viáticos viarios al movilizarse de liceo en liceo o de escuela en escuela para supervisar a los estudiantes de pedagogía.

Eso para hablar de los “profesores taxi universitarios” en las escuelas de educación y pedagogía en todo el país. Qué decir de la infraestructura con la que se cuenta para formar profesores; de la desregulación neoliberal que el mercado de la educación superior a permitido dejar hacer con las pedagogías y que tanto daño ha hecho; de las malas políticas de formación docente que desde decenas de años vienen produciendo nuestras élites políticas.

Para seguir hablando de nuestras élites políticas, menos mal que el Consejo de Decanos de Educación de las universidades del CRUCH, en su último encuentro, le hizo un “parelé” a una carta propuesta por el operador político del partido del orden y lobista de la educación Cristián Cox (reciente contratación de la Universidad Diego Portales) en relación a hacer de la Prueba Inicia un monstruo todavía peor a lo que es hoy. Habla de que al menos los decanos, en esta materia, tienen una opinión un tanto más divergente y, a veces, están dispuestos a decir no.

Los estudiantes de pedagogía hacen bien en no validar, del mismo modo, esta Prueba Inicia, que los busca estandarizar y gobernar suavemente modificando sus trayectorias curriculares. No me causa ni asombro ni espanto que un mínimo de ellos quiera dar esa prueba, y menos, me creo el cuento de que ellos terminan sus estudios con el miedo a ser evaluados. Sí empatizo con ellos, y cómo no hacerlo en verdad, si cuando por ejemplo una estudiante egresada de mi universidad, al momento de hacer su discurso de despedida en representación de sus compañeros y compañeras, se queja con amargura de haber tenido que pasar y rendir sus exámenes en un “container”, porque no hay salas decentes para hacerlo.

Los profesores en el sistema escolar, los futuros pedagogos formándose en las instituciones de educación superior, los académicos de jornada y los “académicos taxi” en las universidades, todos, todos sufrimos de alguna manera este discurso de la excelencia ciego a las realidades concretas y materiales con las que tenemos que vivir y educar.

La fábula de la Prueba Inicia es otro eslabón más de la mala educación en Chile, es cierto. Pero no de la mala educación descrita por los tecnócratas, sino, de la mala educación profunda y estructural que afecta a nuestro sentido de la educación pública.